Etiqueta: Sunday Morning

La Manada

La Manada

Cuando llegó la navidad, las murallas fueron derrumbadas. Un día me aislaron de la hipocresía del dinero, la felonía y sus desfases, de los comediantes sobre el fuego frío. Los escombros fueron presentados en sociedad antes de fragmentarse en carcajadas de pasadizo, de callejón, de pozo ciego en un campo apartado.

Mis cosechas fueron trasladadas a la mesa de una oficina donde todos se arrastraban por el piso arrojando bilis por las comisuras de los labios, reteniéndose las tripas, balbuceando guion. Con las uñas rompiéndose pintaban la moqueta con sangre cetrina y baba burguesa. Era el busilis, el arte, la hermosura que surge del poder y las afluencias que el mundo aplaude con brío, votando, firmando hipoteca y contrato.

Aquella tarde de diciembre todos usaban la mirilla, nadie vino a recogerme, ni trató de unir mis pedazos. Bien entrado el mes de enero, solo quedó silencio de ion tras la voladura, discreta y fina, y el maullido de un gato.

Me deshicieron de entusiasmo y honor como el que quita capas a una cebolla; y en la idioteca, además de la antena, hay eco; no hay colmena, ni nave, ni puente, ni mano, ni se quiere, ni se folla. La aldabilla enmudeció, y la llave se hizo pomo desatando nudos que hicieron otros con un pero, un arco y una flecha, porque la fuerza se ensaya y la experiencia jura en vano.

A todo se aprende, guste o duela. Y tropezar justifica las heridas en rodillas del acero, la presión aprovecha para expandir límites y hacer músculo para afrontar mañana, y cambiar fusta por piano. Y claro, al descuidar las heridas es ingrato cicatrizar. A partir de ahí, te sientas en la diana dejando colgar las piernas sobre la nada a pasar el rato.

 

OCOL

Que las perras no se sientan solas.

Que las perras no se sientan solas.

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Cuando ha rugido el inmortal sobre la manada, el suelo se ha hecho agua de humo y las paredes se han agachado al ver el bando de cuervos pasar, levantando la ropa de los tendederos, tirando las macetas, apagando las farolas.

El silencio ahora es mundial y las cuerdas yertas, esperan instrucciones. La sábana que se ajusta al cuerpo con notas mudas, justifica la grieta del calendario en el chajuán de este final de agosto intimidado por las olas.

A lo sumo se queda una borrachera de días pálidos de jaula, de quejidos y nubes de costo en una soledad güera de nudo y alerta. Esperando a la remisión trepar por el precipicio de esta esperanza varada que aúlla en la distancia que las perras no se sientan solas.

OCOL

Voces

Voces

Cómo pude rendirme a la tormenta perfecta, al arrebato de las condiciones adversas de esta prisa quieta, a las voces en la distancia diciendo que no, a los murmullos que advertían que la noche sería larga, a la locura que sobreactuaba en aquellas tablas de ceniza y plastilina mientras yo entraba en tu sala de espera y cedía.

Solté mi maleta en el aire y me rompí en pedazos con el viento, me hice arena, serpentina, polvo de tiza. Me quedaba dormido pensando en tus sábanas, en tu luna de carne de membrillo, en la luz que atraviesa tus cerraduras presagiando la aurora, como si fuera nuestra, como si fueras mío.

Pero eso fue ayer.

Nadie puede encontrarme en tus manos, en tu bolsillo, sentado al filo de tus labios sin miedo a caer. Luego ya en conciencia de celda, la vida entera dando vueltas en círculo pensando en quién es quién, escribiendo letras en la orilla con una rama, esperando a que el agua no cambie su silueta, tratando de distinguir entre ya y ahora, y mientras tanto, todo.

Al final del pasillo el fuego negro interpreta planos de un mundo cubierto de nieve que en la distancia parece decir si tú me dices ven planeando sobre las ruinas de nuestra cama todavía sin confundir, sobre lo que quedaría escrito en el pañuelo que escondes en tu almohada, para hacerlo nuestro cuando ya no te quede nada y quieras volver.

Allí estuve hoy, esperando otra vez.

Ocol

DÁMELAS

Antropofobia

Antropofobia

Vuestro enlace de boca de polvo, forajidos disfrazados de monaguillo que me buscan en los pasillos de los picos que muerden después del convite y el beneficio, es un mapa de cuestas que confluye en la ausencia, ésa que al final a nadie importa, desmoronándose en fondos profundos como carne que gotea por los filos del cinturón sobre un lago de añicos, olvidando la alta fidelidad de los sonidos que arrojáis en orejas fronterizas y su repercusión en la cueva que todo lo repite. En qué estaría yo pensando cuando hablábamos mirándonos como si fuera posible algo tan efímero. Nunca deberíamos abandonar a la ciencia, dijo el agua al aceite.

Y aquel cuaderno de matices agudos y repasos del viento en las perspectivas de un cambio que parece la vida entera se deshace en mis manos, como el polvo tras la ráfaga que levanta tu capa, y la tuya… Qué marqueses, qué emperatrices. Abrazos nobles, linajudos y dignos. Caramelos y papillas, lujo en los detalles, cipreses de jalea, compota de papa caliente, cien calles que no salen en el google, gollerías de máscara de palo benigno, astillas y mugre. Y una nana, una que no puedo soportar ya más. Cállate de una vez.

DÁMELAS

No puedo ordenar palabras, no soy capaz de asumir el orden que podría haberles dado si pudiera caminar sin romperme, sin volverme loco. Es obvio que tiento alameda como si fuera pasado, y sé que parezco pedazos, pero cruzo la ciudad en silencio mirando por las ventanas, esperando a que esto ceda. Creéis que soy un alma en pena que no sabe de hoy, ni de mañana, y que se desvanece en la penumbra, pero soy un derribo que enumeró las piezas y guardó los planos sin que nadie se diera cuenta.

OJO QUE PIENSA

Y puede que todo lo ocurrido sea una intriga, una estratagema, que nadie sabe explicar. Puede que el cenagal de espanto en el cenicero haciendo equilibrios en mi dedo gordo sea un truco que no dice nada o quizás sea una paliza de esas que luego se olvida, o una estela, o un fiordo. Quizás sea un licor envenenado que me forjará, o un carroñero que arrima membrana para facilitar desaparición de esquema, uno que yo hilvané cuando hilos y agujas ataban cabos. Por ahora no soy capaz de correr por el suelo, y la noche palidece ceja, asceta. Y sí, la distancia hace estragos, pero no te duermas que voy… ¿No lo sabías? Se ha abierto la veda.

La maleta de piedra caliza a los pies de la cama, deshaciéndose, es para ti. Y las cadenas, y las cuerdas de marionetas viejas, puedes cogerlas. Muy bien. Estos son indicios de barro en el temporal en la espera que no siente ni padece. Los viajes fueron en vano, los mapas, los cuadernos, los lavabos. Y, mientras tanto, tú, y tú, y tú, y tú también, seguís siendo lo que hacéis, es lo único que os queda.

OCOL

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos aquellos que vomitan discursos de afecto y convenio y que, como dragones que exhalen humo de vainilla, empatizan con la masa con la insinuación del carroñero que se acerca sólo para mirar y declarar que ellos no tienen nunca la culpa aunque aprovechen la ocasión y les tiemble la mandíbula de fauces de mantequilla. Juran ante la biblia de papel secante con seguridad de carnicero y levantan el hacha para degollar a la cabra en la trastienda de un espectáculo de ángel exterminador que dignifica a la vida que el humano reconoce como normal, rutinaria, lógica, universal, abundante. Ja. Se perdona, pero no se olvida.

Malditos seáis por participar en la puesta de largo de un nuevo número de trastero en ruinas en el que las estanterías son forzadas a especular haciendo zancadillas al que nunca estuvo allí, regalando polvo de chabola y disculpas que, disfrazadas de alcantarilla tapándose la nariz, piden recuperar el estatus que exige la dignidad corrida, con la polla de mantilla y la soledad del tallo que no conoce ni corola, ni raíz.

Malditos los que confunden bajeza con 2 de mayo por el derecho a la pataleta y, embadurnada de mierda, y vacío de maleta, juran la lealtad del que miente con la mano en el pecho en homenaje a la nobleza perdida. Ancha es Castilla, di que sí. Al día siguiente Goya levanta la cabeza y se da un golpe de realidad de invasión al ver cómo se follan por la derecha y por la izquierda sin necesidad de levantamiento ni Napoleón, al saber que si antes nos uníamos frente al enemigo, ahora la brecha está en el bar. Álvarez Dumont, y Sorolla, hoy, no sabrían cómo representar tal castigo al que nunca quiso cantar. Es lo que tiene esa lucha callejera que, al final, se confunde uno de calle y de trabuco si nunca sabe de qué bando está, si la realidad es que se la trae al pairo o tienen miedo del Canco… uuuuh. Y ya puestos, guerra o pasacalle, qué más da… cuesta, llano, pendiente o barranco si al final llegó el final. ¿Dónde va Vicente? En el carrusel de los amigos de las pancartas tan favor como en contra, los insurgentes no sólo atacan a los mamelucos, venden a su madre si es necesario mirándola a los ojos, de frente. Me miras, te miro.

Malditos seáis con ser vosotros mismos hasta el último suspiro.

OCOL