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Antropofobia

Antropofobia

Vuestro enlace de boca de polvo, forajidos disfrazados de monaguillo que me buscan en los pasillos de los picos que muerden después del convite y el beneficio, es un mapa de cuestas que confluye en la ausencia, ésa que al final a nadie importa, desmoronándose en fondos profundos como carne que gotea por los filos del cinturón sobre un lago de añicos, olvidando la alta fidelidad de los sonidos que arrojáis en orejas fronterizas y su repercusión en la cueva que todo lo repite. En qué estaría yo pensando cuando hablábamos mirándonos como si fuera posible algo tan efímero. Nunca deberíamos abandonar a la ciencia, dijo el agua al aceite.

Y aquel cuaderno de matices agudos y repasos del viento en las perspectivas de un cambio que parece la vida entera se deshace en mis manos, como el polvo tras la ráfaga que levanta tu capa, y la tuya… Qué marqueses, qué emperatrices. Abrazos nobles, linajudos y dignos. Caramelos y papillas, lujo en los detalles, cipreses de jalea, compota de papa caliente, cien calles que no salen en el google, gollerías de máscara de palo benigno, astillas y mugre. Y una nana, una que no puedo soportar ya más. Cállate de una vez.

DÁMELAS

No puedo ordenar palabras, no soy capaz de asumir el orden que podría haberles dado si pudiera caminar sin romperme, sin volverme loco. Es obvio que tiento alameda como si fuera pasado, y sé que parezco pedazos, pero cruzo la ciudad en silencio mirando por las ventanas, esperando a que esto ceda. Creéis que soy un alma en pena que no sabe de hoy, ni de mañana, y que se desvanece en la penumbra, pero soy un derribo que enumeró las piezas y guardó los planos sin que nadie se diera cuenta.

OJO QUE PIENSA

Y puede que todo lo ocurrido sea una intriga, una estratagema, que nadie sabe explicar. Puede que el cenagal de espanto en el cenicero haciendo equilibrios en mi dedo gordo sea un truco que no dice nada o quizás sea una paliza de esas que luego se olvida, o una estela, o un fiordo. Quizás sea un licor envenenado que me forjará, o un carroñero que arrima membrana para facilitar desaparición de esquema, uno que yo hilvané cuando hilos y agujas ataban cabos. Por ahora no soy capaz de correr por el suelo, y la noche palidece ceja, asceta. Y sí, la distancia hace estragos, pero no te duermas que voy… ¿No lo sabías? Se ha abierto la veda.

La maleta de piedra caliza a los pies de la cama, deshaciéndose, es para ti. Y las cadenas, y las cuerdas de marionetas viejas, puedes cogerlas. Muy bien. Estos son indicios de barro en el temporal en la espera que no siente ni padece. Los viajes fueron en vano, los mapas, los cuadernos, los lavabos. Y, mientras tanto, tú, y tú, y tú, y tú también, seguís siendo lo que hacéis, es lo único que os queda.

OCOL

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos aquellos que vomitan discursos de afecto y convenio y que, como dragones que exhalen humo de vainilla, empatizan con la masa con la insinuación del carroñero que se acerca sólo para mirar y declarar que ellos no tienen nunca la culpa aunque aprovechen la ocasión y les tiemble la mandíbula de fauces de mantequilla. Juran ante la biblia de papel secante con seguridad de carnicero y levantan el hacha para degollar a la cabra en la trastienda de un espectáculo de ángel exterminador que dignifica a la vida que el humano reconoce como normal, rutinaria, lógica, universal, abundante. Ja. Se perdona, pero no se olvida.

Malditos seáis por participar en la puesta de largo de un nuevo número de trastero en ruinas en el que las estanterías son forzadas a especular haciendo zancadillas al que nunca estuvo allí, regalando polvo de chabola y disculpas que, disfrazadas de alcantarilla tapándose la nariz, piden recuperar el estatus que exige la dignidad corrida, con la polla de mantilla y la soledad del tallo que no conoce ni corola, ni raíz.

Malditos los que confunden bajeza con 2 de mayo por el derecho a la pataleta y, embadurnada de mierda, y vacío de maleta, juran la lealtad del que miente con la mano en el pecho en homenaje a la nobleza perdida. Ancha es Castilla, di que sí. Al día siguiente Goya levanta la cabeza y se da un golpe de realidad de invasión al ver cómo se follan por la derecha y por la izquierda sin necesidad de levantamiento ni Napoleón, al saber que si antes nos uníamos frente al enemigo, ahora la brecha está en el bar. Álvarez Dumont, y Sorolla, hoy, no sabrían cómo representar tal castigo al que nunca quiso cantar. Es lo que tiene esa lucha callejera que, al final, se confunde uno de calle y de trabuco si nunca sabe de qué bando está, si la realidad es que se la trae al pairo o tienen miedo del Canco… uuuuh. Y ya puestos, guerra o pasacalle, qué más da… cuesta, llano, pendiente o barranco si al final llegó el final. ¿Dónde va Vicente? En el carrusel de los amigos de las pancartas tan favor como en contra, los insurgentes no sólo atacan a los mamelucos, venden a su madre si es necesario mirándola a los ojos, de frente. Me miras, te miro.

Malditos seáis con ser vosotros mismos hasta el último suspiro.

OCOL

Diario de OCOL: Veinticinco de julio de 2016, 7:15. Yo me doy por aludido cuando apareces.

Diario de OCOL: Veinticinco de julio de 2016, 7:15. Yo me doy por aludido cuando apareces.

 

espera

dos pasos

herida plañidera

caricia

cuerpo hambriento

alma que vuela

flor de escombrera

(Raquel Ruiz)

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tanto frío atraviesa el quebradizo esperador de antes del amanecer del último rugido que encubre tu boca y que despoja a mi alma del disimulo de amante incapaz de romances atestados de candor de indiferencia premeditada que carga con una hoz temblando los sueños desahuciados en lenta evaporación y la decisión tomada

yo me doy por aludido cuando apareces con el corazón en la lengua

invoca a tu dios y dile que no quiero olvidarte o improvisa algo convincente

invoca a tu dios y pídele perdón por eso y por nada

en esta partida soy un convincente crupier fingiendo imparcialidad en el enjaulado en tus miradas perdidas con los dedos rotos en pleno retroceso tras los claroscuros en vertical

no te vengas arriba

mengua

y desconcertado al olvidar las reglas del juego en el momento en que la mano se pone interesante

para colmo una balada

 

con el reparto de abandono casi perfecto me pierdo entre todo lo que contigo he ganado y nos vemos en un tú y yo sumando cuatro o cinco o seis aunque los dos sepamos no que es verdad

una pira inmortal de carne y cenizas trepa entre las montaña que juran frontera con los fluidos de la punta de nuestro iceberg antes de que podamos atravesarnos y convertirnos en pista de patinaje en distancias irreconciliables donde mueren antídotos y germinan venenos

dan un río que hace de muro

suena

espera

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lo nuestro

lo nuestro en un teatro sin butacas abandonado en un centro comercial inerme en un azul apático de flequillo descuidado

lo nuestro no era demasiado

es

 

por tu trasluz lo sé

pero si no he aprendido ni a coger tus manos imantadas cuando la derrota ya parece urgente en la contracorriente de mis brazos en tu espalda y mi boca en tus ojos y tus ojos en mi boca

un

dos

tres

estatua

es una pregunta

maldita esclavitud que parece poco

no puede ser me dice nuestro anclaje

ves

es una pregunta joder

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no puede ser mi asfixia y tu carne en pupilas deshabitadas y sin embargo luz y culminación solitaria y del revés y el amanecer y nuestros besos y el café

del café no me olvides

hoy también te echo de menos

 

lava cuajada y truenos

marabunta

y al secar la lluvia que escribe tu nombre

calma

no me hagas caso

no te intimides tentando a la suerte de tren

a romperte de próxima parada

 

y como si esto hubiera sucedido antes del atardecer y tú me estuvieras esperando con el rubor de tus mejillas de volcán arrinconado en ese beso inerte en un castigo hundido y tocado

eres mío dice la nada

la impavidez de tu intención no es roca en este acantilado donde el vértigo encaja con la altura y donde tú y yo deberíamos de empezar a ser valientes o mendigos

dices

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yo me doy por aludido cuando apareces

espero que no te alarme si te lo digo a la cara

nadie lo hubiera dicho nadie habría adivinado que tú y yo nos amáramos de aquella manera

ni siquiera tú y yo

OCOL

Colabora Raquel Ruiz, infinitas gracias, amiga.