Etiqueta: Mago de Oz

Aquiles

Aquiles

Hoy, ayer, hace algunos días, un gato atravesó mi talón buscando libertad. Qué es, y por qué lo hizo en mí. Le miré a los ojos en el amanecer de los locos que no saben disparar, me dejé, no pude moverme. Aquiles, le dije, ahora que vas al otro lado, teñido de mí, anuncia el coma a través de las heridas cuando se haga estable, agárrate a mí desde adentro para que no se me olvide cuánto duele la interrupción que no cesa. No me dejes volver a ser normal, yo no tengo siete vidas.

La última de sus miradas descubría un misterio, uno que no estaba hecho de incógnitas ni entresijo, ni siquiera de interrogación. La arena y las piedras bajo mi pie derecho, la hierba, el rosal, callaban y miraban para otro lado, aceptando al dolor, como en un vuelo a la luna.

Mientras tanto, la mañana dejaba de ladrar lentamente mezclándose con la mortalidad de la avalancha resuelta que devuelve al primer plano a la costumbre, a pesar de los cambios que asimila la vista cansada, las conjeturas y la vuelta a la moderación tan oportuna, tan quieta. Sólo el muñeco de trapo tirado en el suelo junto a la rueda del coche abría sus ojos sin comprender la magnitud de la lesión que no era más que una ceremonia, una grieta, que desaparecería quitándole importancia a una ocurrencia del Caos que pretendía desaparecer cuando el dolor cediera, y devolvernos al infierno en el que, en un incesante ir y venir, se repite la misma historia. Una Araña subía por mi pierna. Ante mí, de nuevo, la torre de Babilonia y, por primera vez, el dolor no me dejó subir.

Observar el calendario caminar a pasos forzados desde una esquina de la salida de emergencia del túnel que cruza la cárcel comercial, el manicomio de tiendas y calles, el laberinto del dinero, los estancos de afirmaciones y opinión, los cuentos de la hipnosis, las partes del día de estructuras sine die, sin bailar, con el cuello metálico y las mandíbulas soldadas, podrían ser un entretenimiento coherente con los tiempos que corren, pero los hechos no terminaron de cuajar.

No estoy ni dentro ni fuera, me repetía. Y mientras tanto los halcones gañían en la distancia, como queriendo formar parte de un proceso en el que eran una pista crucial.

Indicios…

Todavía puedo sentir tus garras, tu piel sedosa perder el vestido, Aquiles, sigo, de momento, atento a ti, esperando una señal.

Se ha quedado a dormir un dolor enmascarado de fuego fatuo que habla claro, consciente, sincero. Y sí, la herida cicatriza y murmulla en concavidades de cilicio, y recuerda, ahora que todavía tiene fuerzas, cien formas de huida.

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Recuerdos.

–A Yoko Ono no la entiendo…– decía aquel señor que parecía interesante, que comía rabo en un restaurante a las puertas de una plaza de toros, posando sus zapatos nuevos en baldosas crueles, mirando para otro lado con sus gafas de sol de cien euros, con el móvil en la mesa y la barbilla, la garganta, la camisa, manchada sangre.

–Acaso se entiende algo. Qué hacéis aquí, quiénes sois, adónde vais. Tiempo, dimensiones, lloros– respondía el viento que no cesa.

Delirio.

Ay, Aquiles, por qué resurgimos de entre ceniza, cuántas son las esferas, por qué la calma tiene un pasado turbio, casta, galgo.

La fiebre seguía, el dolor. Aún no he llegado, me dije cuando la luz de junio parecía más que nunca un piano, cuando la primera línea divergió y se trazó el cerro de los gatos sobre la ciudad de piedra, papel, tijera. Luego paso un día, y una noche melliza. Y, entonces escuché el primer maullido, sin pero, sin embargo.

OCOL

INTERÉS

INTERÉS

Quasimodo

Las montañas que rodean este círculo colosal de palabras en permanente cirugía de conveniencia y regodeo, de ansias de conglomerado céntrico, son las mismas que ayer. Juro que es cierto. No sé por qué me sorprenden las máscaras de cara de cruz que lucen mis accionistas y allegados. Adónde llegarán las palabras que anteceden a un vendaval de desagradecidos que merecen todo.

Claro que sí… siempre nos quedan los obituarios. Devolveremos, irónica y superfluamente, a la vida con disimulo y frases de conciliación y apoyo a los que ya se han ido, atestiguando dones y sellando garantías en un romántico y cabal desfalco robótico y programado que esquiva descaradamente a la luz y sus virtudes. Siento antipatía por las pasiones de duelo, en los que no tenemos vela, y que arrancan cana a los acontecimientos cuando se pisa la tierra y se pueden saborear concurrencia y vicisitudes. Estamos muy ocupados con la estrategia y el beneficio. Di que sí… ahora nadie te está mirando. Nos venimos arriba, como si el reloj no fuera con nosotros, con las manos llenas de mierda un día detrás de otro. Y siempre somos capaces de más, lo que nos echen.

No tengo nada que declarar cuando todos están tan concentrados en hacer lo mismo. El ahora que consta si los cirios rodean catafalco, que aprisiona por su deshonestidad, desacredita  todos los debates con un silencio mortal de aplausos de manos huecas que pone los pelos de punta, péinate.

Nos abrazamos a los que ya no reconocerán la euforia, pero, un rato, vaya a ser que… Hay mucho que hacer. Cumplimos. Quizás a los que han perdido, tal vez a los débiles, asegurándonos que no levantarán cabeza para robarnos. El resto del tiempo miramos las fotos en las que salimos guapos, y nos ofrecemos para presentaciones en la embajada de las muecas en virtud de auspicio y enaltecimiento de lo que nos representa, de lo que nos corresponde.

VIA

Peaje

Porque si algo somos es protagonistas, dictadores de escaparate de bajo beneficio con los tobillos destrozados por los garrotes, con la lengua azul y la olla de póker, con las manos menguando al ritmo del desaire de un full de ases y una pareja de reyes que sabe más de tronos, azotes, joyas, prisión, que de gajes de oficio. Y que conste que no ando en busca de hospitalidad ante la prístina indecisión que antecede al homenaje de castillos en el aire, prefiero seguir mirando.

Somos tan ambiciosos que nos exhibimos al ver partir a los que hemos matado, vestidos para la ocasión. Qué son esos modales de unirnos para decir con Dios todos los días y luego andar jodiendo todo el rato. Tan convencidos por la inercia que el hola se queda en nada, en una masa corriente de labios hinchados de tanto moco artificial, de tanto vicio de saco roto. Veneramos a los que nunca hemos querido porque así es la vida. Qué dirían David Bowie y Leonard cohen un día después al ver a tanta gente desconocida mirando. O Galeano, imagínense qué discurso tal vez apolíneo, tal vez dionisiaco… El Sr Spok, Bauman, Prince. Qué dirán los que han cruzado la línea y nos miran desde el otro lado. Extravagancias. Cuáles serán las señales, ¿una lluvia torrencial? ¿Una medalla, un conato?

¿Por amor? Llámalo atadura, transacción. ¿Consecuencias del ser y estar y por si acaso? Fiebre de game over, arrebato. ¿Por hambre? El ayuno del que no se habla, porque es frontera y soledad rancia de manos heladas que de tan lejos no se les ve, y los ojos que no comprenden ni el alambre, no descifran el sabor que tiene el desierto, el desamparo suicida, la melancolía de las pequeñas cosas… Tú te equivocas, yo me equivoco. Todos contentos. Lo digo mientras se cuestiona dónde está la revolución y el disco gira y poco más.

Y ya que, además de mirarme detrás de tus manos que se frotan esperando un cambio de conversación, un giro a lo Henry James, una vuelta de tuerca, me tratas, como el que no quiere la cosa, tal que al loco en libertad condicional que defiende la vida de una mosca , de una mariposa. No me pides que concrete, y tratas de cambiar de tema. Tú no te preocupes. Y venga crema, y rienda suelta.

Sólo nos unimos para ovacionar a hombres y mujeres que se han ido, los animales no cuentan, ¿verdad, omnívoro desde tiempos ancestrales? El resto del tiempo somos infelices. Y luego, cuando hayamos muerto, dirán que fuimos gente estupenda.

 

OCOL

Once de julio de 2016, 7:03. h-hda¡idh)inc&ieh+jnk=ñamxl,pà,c eñlmlamceinincieq ml´kjiabud

Once de julio de 2016, 7:03. h-hda¡idh)inc&ieh+jnk=ñamxl,pà,c eñlmlamceinincieq ml´kjiabud

 

ostaviti glavu

 

 

vale ya rayo obstinado

 

yo soy nuevo en esto de la felonía

yo llego

y  me adentro en la tempestad

yo vengo

aunque te cueste creerme

verdad

 

al grano

me mata tu astenia consentida

convengo antes de saltar al vacío

 

me devora la pantera sobre el nenúfar de único rugido que está atravesándolo todo

circunspecta

mi sacrificio es en vano

caída

 

 y tus doctrinas de humo socorriendo a la niebla del futuro inmediato en la popa hundida

es una línea recta que se hace curva

es un garfio

una mano

otra curva

 

 

rematar no está penado

tranquilo

 

besos de arena para la hoguera de este camino de niebla mortal

calibrado por el báculo de las palabras en el vendaval de adentro

con la punta clavada en el suelo

sobre una cabeza

sigilo

 

y las pompas que se lleva el motín de las razones en el desván submarino de pactos de barro

explotan al nacer

 

y otra cría muerta

eliminada por su madre

hecha pedazos

víctima

cuilo

miserable

 

 

y los frenos de tu cautela que me están volando los besos

a qué cojones estás jugando

rotundo

 

vale ya rayo obstinado

vale ya

rayo obstinado

 

vale ya con la certeza sombría y el cúmulo de triza

y

palabras de amor ampolladas

 y

nuestra copa sin marcas de saliva

y

tus labios sin lanzadera

 se está desfigurando eso que era

vale ya rayo obstinado

ya

 

hoy que solo quedan profesores con vocación de espaldas

y que la tiza que se desliza deletreando Platón en los días en los que quisiera no es poder

se hace pájaro y pía

y como si nada

una viola

un violón

es

era

 

los acercamientos son porfías pautadas

bolsas picadas

vacías

limonada sin azúcar

 agua

 limón

 

y se traza con audacia en los silencios

tú y yo

tú soy yo

yo eres tú

pulsión de condena

tú y yo se extiende por el suelo de mi pecho como un árbol del revés

 

y luego mojarte los muslos

y los roces de mi barrena

gruñido

el peso de mi pecho tu espalda

 

en el menú desnudos rabiosos

 cortes de sable

adentro

acecho

ojos azules

 grises

me conformo con el cariño

 obediente

vale ya rayo obstinado

lombrices

 baúles

despecho

 

sudor mendigo en el jugo de tus besos incurables

insisto

hazlo ya

dime que sí me esperas allí

en sitio ninguno

no me has olvidado

tálamo de amnesia

llaves sin puente

sin candado

profundo inmutable

 

no me vayas

 yo adopto corduras para mi muerte en tu ombligo

lealtad que da miedo

un segundo

sigo

 

nubada de arredras sobre el tejado mientras llueve sobre tu silueta de polvo sostenida por la oscuridad

tan sólo llueve

tranquilo

es sólo el fin del mundo

 

OCOL