Etiqueta: buscando a la libertad en el arte

Que las perras no se sientan solas.

Que las perras no se sientan solas.

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Cuando ha rugido el inmortal sobre la manada, el suelo se ha hecho agua de humo y las paredes se han agachado al ver el bando de cuervos pasar, levantando la ropa de los tendederos, tirando las macetas, apagando las farolas.

El silencio ahora es mundial y las cuerdas yertas, esperan instrucciones. La sábana que se ajusta al cuerpo con notas mudas, justifica la grieta del calendario en el chajuán de este final de agosto intimidado por las olas.

A lo sumo se queda una borrachera de días pálidos de jaula, de quejidos y nubes de costo en una soledad güera de nudo y alerta. Esperando a la remisión trepar por el precipicio de esta esperanza varada que aúlla en la distancia que las perras no se sientan solas.

OCOL

FRÍO

FRÍO

Nuestro abrazo ya no sabe qué hacer, ni se halla en este frío en línea recta. Siempre se queda a medias por si a su cosecha le diera por contradecir, por dar la nota y en los detalles perderse como un anillo en un mar rojo…, dime que te das cuenta como yo, que no he vuelto a quedarme dormido en el Polo Norte. Y ahora qué, dice el mañana antecediéndose porque todavía no hemos acabado con esto, verdad.

En la parte superior de mi pecho, y del tuyo, indiferencia de ésa que se muestra conforme siendo incorrecta sin que a nadie le importe; a mí sí. Y, antes de volver sentir, deshacerse el nudo de nuestros zapatos y, al sacar los pies y posarlos en el pasillo que no tiene puertas, ni paredes, ni techo, caminaremos temblando hacía la nada. Adónde si no. Te espero aquí, tengo todo preparado.

Y las manos imprecisas que se alejan con la imprudencia remota, suspirando deseos en los espacios huecos que se excusan de todo en la acústica de aquello que se queda dentro, larvadas. Lo que la verdad esconde en el eco chivato y que tú no entiendes, o sí. Te echo de menos, digo sin saber por qué. Nuestro abrazo ya no sabe qué hacer, y yo sigo esperando.

Ocol.

Luna1-01

Adagio

Adagio

Dos camas, una vacía, dos. La silla deshabitada, fría. Las ventanas no se podían abrir y las cortinas silbaban una canción lánguida que se impulsaba por el pasillo inerte al abismo. La habitación a oscuras en la que murió el abuelo, y luego los escalones, y la buhardilla adonde pasábamos el tiempo con los fantasmas y la nada. Y la muñeca de porcelana que decidía a quién le tocaba morir.

Parece que te estoy viendo levantando el dedo, pasándolo por la garganta, de lado. Tus ojos decían la verdad. Tu sombra cubría el techo y hacía los gestos alargados. Tu respiración.  Qué más da todo lo demás, decía yo, convencido de la sentencia y la seguridad que ofrecías, y los claros signos de maldad, que protegen, y el desapego que da sentido a murallas y armas, a la garantía y a la bravura. Merece sufrir, decías con tanta impiedad que convencías. Odiaba sentir compasión por los que van expulsando púas sobre la piel limpia en desnudos que buscaban la camiseta con prisa, aprovechando oportunidades como locos en la flaqueza ajena, tramando infiernos con esmero como si algo les hubiera dado permiso de cambiar senderos por espinos y apagar las luces, y elegir la caja, después de repartir cristales por el suelo de un cuarto de baño flotante y dormido que nada tienen que ver con ellos. No les tengo miedo. El demonio que creen tener hipnotizado despertará en su cama y hará lo que mejor sabe. Es la influencia, no una pared o un joyero.

DE REOJO

Mordido… No podía sacarte de mi cabeza y trataba de comprender qué había desencadenado, otra vez, el que estuviera corriendo, mirando para atrás todo el rato angustiado por el lenguaje y el susurro de antorchas, y que algo indefinido me estuviera apuntando, a pesar de la negrura de bosque y su inconcreción, de lo aprendido, de los rincones del silencio, de la sed, del peaje, del aullido. Pero sólo uno se arma ante lo anónimo, ante lo lógico, ante Botero. Y tú ibas detrás de mí, no tenías otra cosa mejor que hacer.

Subí las escaleras despacio, escuchando el crujido de la madera, arrastrando la mirada detrás de la luz que alumbraba el suelo. Cucarachas. Continuaban allí los treinta y seis escalones. Cuando llegué me quedé mirando la estampa macabra, se me erizaron los brazos. Me senté en una caja y encendí un cigarro, como si fumar, o estar cerca de la escalera me hiciera replantearme las cosas.

OJO AL SUELO

Todo seguía igual, la luz tenue caía sobre los dos baúles, y el espejo, que se corría por el suelo, entre las cucarachas, sobre las camas, una vacía, dos. El albor naranja le daba más secreto a los sonidos del sigilo y su trascendencia misteriosa, me lo llevé a los labios. Cogí a la muñeca, se me quedó mirando. Siempre me había gustado consumir fuegos que le quitaran coherencia a la locura que nos aferra a la vida como si pasar un día más fuese una conquista, como si alargar el paseo nos llevara a un lugar mejor. Seguir buscando una victoria, fronteriza, que nunca hubiésemos catado, atentos del después, a la búsqueda de un nuevo desafío, dejando a los otros en el monte del olvido, en el vertedero de trofeos. Siempre me había parecido que los infelices que creen que merecen más y que envidian el aire que nos rodea, como si fuese suyo, son los que más corren.

Sentía dolor, un dolor extraño, ése que permanece cuando ha pasado la inexperiencia y que aprieta atado a pensamientos que no ceden en una guerra interminable. Me hormigueaban los meñiques. El frío y el polvo caían sobre mí, asimilándome. Por un momento, como cuando éramos unos críos, creí ver en la distancia a la araña avanzar, y a la mecedora agitarse, deseando formar parte de la oscuridad, ser red, ser deseado. Luego me quité la ropa. Cucarachas. Dos camas, una vacía, dos.

Y entonces me senté a esperarte.

OCOL

Antropofobia

Antropofobia

Vuestro enlace de boca de polvo, forajidos disfrazados de monaguillo que me buscan en los pasillos de los picos que muerden después del convite y el beneficio, es un mapa de cuestas que confluye en la ausencia, ésa que al final a nadie importa, desmoronándose en fondos profundos como carne que gotea por los filos del cinturón sobre un lago de añicos, olvidando la alta fidelidad de los sonidos que arrojáis en orejas fronterizas y su repercusión en la cueva que todo lo repite. En qué estaría yo pensando cuando hablábamos mirándonos como si fuera posible algo tan efímero. Nunca deberíamos abandonar a la ciencia, dijo el agua al aceite.

Y aquel cuaderno de matices agudos y repasos del viento en las perspectivas de un cambio que parece la vida entera se deshace en mis manos, como el polvo tras la ráfaga que levanta tu capa, y la tuya… Qué marqueses, qué emperatrices. Abrazos nobles, linajudos y dignos. Caramelos y papillas, lujo en los detalles, cipreses de jalea, compota de papa caliente, cien calles que no salen en el google, gollerías de máscara de palo benigno, astillas y mugre. Y una nana, una que no puedo soportar ya más. Cállate de una vez.

DÁMELAS

No puedo ordenar palabras, no soy capaz de asumir el orden que podría haberles dado si pudiera caminar sin romperme, sin volverme loco. Es obvio que tiento alameda como si fuera pasado, y sé que parezco pedazos, pero cruzo la ciudad en silencio mirando por las ventanas, esperando a que esto ceda. Creéis que soy un alma en pena que no sabe de hoy, ni de mañana, y que se desvanece en la penumbra, pero soy un derribo que enumeró las piezas y guardó los planos sin que nadie se diera cuenta.

OJO QUE PIENSA

Y puede que todo lo ocurrido sea una intriga, una estratagema, que nadie sabe explicar. Puede que el cenagal de espanto en el cenicero haciendo equilibrios en mi dedo gordo sea un truco que no dice nada o quizás sea una paliza de esas que luego se olvida, o una estela, o un fiordo. Quizás sea un licor envenenado que me forjará, o un carroñero que arrima membrana para facilitar desaparición de esquema, uno que yo hilvané cuando hilos y agujas ataban cabos. Por ahora no soy capaz de correr por el suelo, y la noche palidece ceja, asceta. Y sí, la distancia hace estragos, pero no te duermas que voy… ¿No lo sabías? Se ha abierto la veda.

La maleta de piedra caliza a los pies de la cama, deshaciéndose, es para ti. Y las cadenas, y las cuerdas de marionetas viejas, puedes cogerlas. Muy bien. Estos son indicios de barro en el temporal en la espera que no siente ni padece. Los viajes fueron en vano, los mapas, los cuadernos, los lavabos. Y, mientras tanto, tú, y tú, y tú, y tú también, seguís siendo lo que hacéis, es lo único que os queda.

OCOL

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos (El octavo pasajero)

Malditos aquellos que vomitan discursos de afecto y convenio y que, como dragones que exhalen humo de vainilla, empatizan con la masa con la insinuación del carroñero que se acerca sólo para mirar y declarar que ellos no tienen nunca la culpa aunque aprovechen la ocasión y les tiemble la mandíbula de fauces de mantequilla. Juran ante la biblia de papel secante con seguridad de carnicero y levantan el hacha para degollar a la cabra en la trastienda de un espectáculo de ángel exterminador que dignifica a la vida que el humano reconoce como normal, rutinaria, lógica, universal, abundante. Ja. Se perdona, pero no se olvida.

Malditos seáis por participar en la puesta de largo de un nuevo número de trastero en ruinas en el que las estanterías son forzadas a especular haciendo zancadillas al que nunca estuvo allí, regalando polvo de chabola y disculpas que, disfrazadas de alcantarilla tapándose la nariz, piden recuperar el estatus que exige la dignidad corrida, con la polla de mantilla y la soledad del tallo que no conoce ni corola, ni raíz.

Malditos los que confunden bajeza con 2 de mayo por el derecho a la pataleta y, embadurnada de mierda, y vacío de maleta, juran la lealtad del que miente con la mano en el pecho en homenaje a la nobleza perdida. Ancha es Castilla, di que sí. Al día siguiente Goya levanta la cabeza y se da un golpe de realidad de invasión al ver cómo se follan por la derecha y por la izquierda sin necesidad de levantamiento ni Napoleón, al saber que si antes nos uníamos frente al enemigo, ahora la brecha está en el bar. Álvarez Dumont, y Sorolla, hoy, no sabrían cómo representar tal castigo al que nunca quiso cantar. Es lo que tiene esa lucha callejera que, al final, se confunde uno de calle y de trabuco si nunca sabe de qué bando está, si la realidad es que se la trae al pairo o tienen miedo del Canco… uuuuh. Y ya puestos, guerra o pasacalle, qué más da… cuesta, llano, pendiente o barranco si al final llegó el final. ¿Dónde va Vicente? En el carrusel de los amigos de las pancartas tan favor como en contra, los insurgentes no sólo atacan a los mamelucos, venden a su madre si es necesario mirándola a los ojos, de frente. Me miras, te miro.

Malditos seáis con ser vosotros mismos hasta el último suspiro.

OCOL

MALDITOS

MALDITOS

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Aquellos que, ante la negrura que nos cierne, despliegan planos que esconden mapas de un piano, hangares y gradas, escaleras, ramales, tramos que desembocan en afluentes de un beso y un puñado de palabras que no son sinfonía que confluya en regalos sin ánimo de lucro. Hay que parar a la verdad angustiosa y exhalar vaticinios de laureles para no acabar mintiendo; que se lo lleven, que el viento se arrastre con ellos si es que puede.

Aquellos que se valen del tiempo para dar las gracias a causa de que el mundo adoptare menudeces que se olvidan rápidamente, de ellos. Si el reloj habla en inacabable, sin mayor meta ni detalle, para qué estar esperando cuando deberíamos bailar en los cuartos que confieren nuestro rascacielos sin uña.

Aquellos que piropean porque no saben qué decir, aquellos que prometen ser locos, un rato, una muestra de interés espontánea, una mano que es pezuña, una opinión que satisfaga a los muertos, una flecha, un chivato; que exploten al mirarse desnudos de lado en la cama, con las carnes colgando; al correrse, poco. Que el éxito confirme que no hay antes ni después cuando se han ido ya los flases, que les susurren en idiomas que no entiendan y les alaben a las tres de la mañana con risas cónicas, con gases.

En qué se basa un abrazo, en el pecho, en los hombros, en las manos, en el giro de los codos y las muñecas. Tú lo sabes, pregunto.

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Malditos aquellos que, después de la luz que se aleja, huyen lentamente, como si fuéramos idiotas y no nos diéramos cuenta de que estaban las llaves puestas. Se aleja, qué parte no has entendido.

Aquellos que, asustados y expectantes, despiertan soñando, buscando imágenes que puedan cambiar el desayuno por un baño harto, satisfecho, atracado. Al final el barco termina despiezado y los viajes se olvidan, y, como la espera es infumable, la cerveza del medio día sabe a hierro.

Aquellos que interpretan tanto y que matan de aburrimiento a las tardes de hadas y genios y que han confirmado proporcionadas las partes que no contribuyen todavía, a las madrugadas con puntos suspensivos que no llegan a nada y que, aun así, prometen ovaciones que están hechas de la casualidad y el tedio de la pandilla invisible que dice ser una manifestación legal y representativa. Por dios que salvarme de ello no resulte un papel en ese escenario. Que no me alcance el aliento de esos labios ya que pasé por ser niño y por la ignorancia que es hija y pionera, que no se me permita moler fragmentos de códices que aún no han sido escritos  para hacer café imaginario, sin un cigarro, en la cocina de uno que se deduce de la intervención divina en el infierno de los gritos del silencio de cualquier manera. Por dios que, para tal tropelía de la empatía en esta ficción me sienta poco y abandonado durante, y que el desánimo me enseñe el verdadero significado de la soledad, la melancolía, la nostalgia, el espacio que se arma tras el orgasmo de paja mal follada, la colilla inútil, el paisaje de ante sus ojos un tablón y no clamar apasionadamente. Un pino, un ciprés, qué no dices.

Hay mensajes ocultos en las conexiones atómicas que relacionan estrellas y nebulosas, y, mientras tanto, el mundo gira, uno que se cree el centro de la galaxia… Y, aunque parezca verdad, nadie le ha dado importancia alguna, es una pregunta, tal vez no.

DÁMELAS

Malditos aquellos que se expanden infelices porque de ellos está hecho el reino que nos somete. Los paisajes son fingidos y el horizonte se aplaza como el triunfo y la superación, y a todos les parece bien, estamos acostumbrados a esperar y a juzgar el ahora mediocre y convencional y, a pesar de ello, brindamos con un desconocido y les contamos lo que estamos a punto de lograr sin sentir vergüenza. Sin que se rompa el cascarón, ya hemos frito el huevo.

Aquellos que dibujan esferas con los dedos en el aire, que modulan la voz y se acomodan las gafas con unas formas fascinantes y cruzan las piernas reconociendo un lado bueno, uniendo las manos y los dedos, exponiendo, con una sonrisa de medio lado, la sabiduría y el misterio del que con suerte llorará por dentro a pesar del derramamiento íntimo e ingobernable de la insignificancia que no se perdona en los juzgados del retrato de cuerpo entero que recuerda a Dorian Gray.

Bravo, permitidme aplaudir antes de terminar, dejadme reír como si hubiera perdido la razón. Porque si he de deshacerme de algo, que sea de la cordura que define al reo.

Malditos estos y aquellos, esos que hierven a través de sus venas en el conmigo o en mí contra y que escupen cubitos de hielo y enseñan con cadenas sin estrofas, que compran satélites y se cierran la cremallera gesticulando un levantamiento de pesa con el rostro enrarecido de protesta guisante. Y no, no es agosto, no es ni enero.

Aquellos que nombran a sus monaguillos con el beneficio de la duda y la presunción de inocencia brindando con un cáliz sin bendición, sin dedicatoria. Y como el que susurra cuando toca golpe, la mirada mitad tormenta, mitad cordero.

Y luego, en la cama, todos decimos por lo menos aún respiro. Es una pregunta, es un pepino.

Por favor…

Ya basta.

Honra la capacidad de superación, la supervivencia… Tontería. La vida no es una cebolla. Y, al final del cuento chino, anciano podrido. Dignidad la de la alcachofa que esconde su flor hasta que sus capas están todas abiertas.

Malditos seáis con ser vosotros mismos hasta el último suspiro.

OCOL

Tabula Rasa

Tabula Rasa

Primera carta de Silaš Rijeka 

El día de Luna de Saturno, y polvo de estrellas de ayer, te recuerdan qué, dime. Fue la primera vez que nos miramos con la profundidad que renuncia al significado y la trascendencia de equipaje. Y, con tanto polvo, mi camino desapareció tratando de arrebatar título a mi fortuna, tú lo sabes, eres un gran equilibrista.

Ahora puedo atreverme y no imprecisar una gota de aquellos volcanes. Puedo recordarte y no aspirar a hacer un nudo, he aprendido, mañana. El tiempo es buen remedio a los caudales perfumistas en la avalancha de turno, en los ciclos, en la moridera de las estaciones que rubrican taje.

Qué será de aquella puerta sin casa, de nuestra ventana.

Tus ojos parecían míos, tu risa. Y la piel de tu cuello regazo de mi declaración nebulosa, mi batalla cubista.

En los botones que palpaban tu pecho, y sus peticiones de compostura, tu reciente ya era pasado ante mi aliento y daba por hecho que mientras tú hablabas de nada mis artes ya estaban, en la pregunta que calla, confundiendo a tu camisa con tanta emergencia.

Fue la primera vez que toqué tus dedos, cómo voy a olvidarlo.

Una valla eléctrica y, en la travesía, en aquella nube, un estandarte. Sangre mojando los pies. Y la brisa azulada, y el miedo a lo que no es mentira que susurra Lovers are Strangers, te puso los pelos de punta.

Geometría del universo, sensatez, qué sé yo ahora que de tan lejos la boca se me desnuda por la seguridad del fuego transparente que no anduve. Y en la lejanía, una coincidencia.

Tu cuerpo parecía mío, tus suspiros. Y en la hiel que acede el paladar, en tu lengua, me hice camino sabiendo que la gloria sería amarga, que tanto amor sería sombra de un juego de silencio en la luz de todos los días.

Qué se sabe de la eternidad, pregunté de repente. Por dónde muere, por dónde mengua, grité desesperada.

Quién no se doblegaría ante la llave que abre La Jaula, un giro, quién pisa el suelo y se consuela con lo que pudo haber sido, con la ausencia. Qué será de aquella tabula rasa.

Qué será de lo nuestro,

 

Silaš Rijeka

 

OCOL

 

Amores que matan

Amores que matan

Cuando me dices te quiero, en sus formas infinitas, con los labios porosos, radiantes, conquistadores como un beso, dolor y sufrimiento me enredan a castigos, a una sumisión que me roba el aire que regala estas montañas en las que me escondo. La supremacía del ceder es un brazo de la espina que sostiene significados de nuestro paso por esta esfera flotante en la nada interminable, y sí, un poco me muero.

Pasión cejijunta, cante jondo.

Pretendida la entelequia, la quimera, llega, arrastrándose, un vacío inexplicable en el que no soy capaz ni de comprender lo que es el amor y por qué me ha elegido. Y aquí, en la distancia, soy protagonista de tú película de miedo.

Lo primero, planes de supervivencia, de aniquilación consciente al que no puede reintegrar. Lo primero tú, di que sí. Y mientras tanto, tormento, sacrificio, duelo, aversión, rencor y todos los sentimientos ásperos, perversos, que forman parte de lo que somos se anteponen a la sensatez que nunca deja de evolucionar hacia otros significados. Lo segundo, y lo tercero, es lo mismo. A que sí. El alma se me descoyunta.

La constitución de la dominancia se enreda en fórmulas divinas amasadas en inquina, animadversión, resentimiento, desconcierto. Y por lo tanto, en consecuencia, a colación del descubrimiento que pueda frenar la lujuria y la riqueza que se antepone a todo en tus almacenes de seres queridos. Sácame de aquí, no me dejes solo, me digo. No está solo, dices con los colmillos ensangrentados. Y yo, pálido, me echo a temblar.

Esa pistola, a quién apunta.

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La decepción es la estructura que, súbdita a un dios ilusorio, espera a que en la fragilidad nos entreguemos al rezo por si acaso cae la breva y nos cae en la boca entera.

El mal prevalece en las ordenanzas establecidas, un código paralelo, un verdadero dios omnipotente que castiga la inocencia y la credulidad sin pecado concebida. Y si hasta hay deidades que descienden de la simiente de una paloma, cómo vamos a perder la fe.

Mesías surgen de todos lados. Perfil de hombre macho, muy macho, que permitimos en llano para huevos cuadrados. Un macho que lo sabe todo. El principio, el final. Y sus pensamientos, al ser beatíficos e incuestionables, toman armas en posesión de la verdad, junto a mujeres que actúan como ellos, que verifican, pepino en mano, dándole la vuelta al espejo, lo injustificable. Qué cosas… Y, con la ley en la mano que mece desde la cuna, nos convertimos en seres inútiles, que en la espera, biempensantes y acólitos del titiritero que come billetes de pobres, de viejos, de enseñados, metido en una piscina de cristal en medio de su salón de cien metros cuadrados, gestiona nuestros días de vino y rosas. ¿Otra copa? Y con la barriga fuera del agua, enfriando grasa animal que nada tiene que envidiar a la panceta plastificada que aguarda en sus neveras, advierten que lo peor está por venir. El resto, palpitamos cual enjambre ponzoña, marabunta.

Tanto en cuanto la familia, que es un ente de amparo, de resguardo; dicen, porque algo tienen que manifestar ante los ejes del infierno, los pospuestos nos solidificamos excluidos de la matriz, dando tiempo al tiempo a una señal que no sea recíproca y que pueda asegurar fundamentos descarriados. Protección, por favor. Y digo yo ahora, de nuevo, que todos los argumentos, de los seres bienquistos, bien podrían llevarnos a ser cautivos entre conceptos de un bien hábil de entrega y de frases hechas, de un saber que responde todas las preguntas que terminamos por no hacer, porque el síndrome de Estocolmo dura para siempre en la tierra prometida, que cacarea y no pone huevo, y que da peras oriundas de un olmo que enraíza en el fuego eterno que arrojó, a manos de un macho muy macho, escrituras que aseguran orden y salvaguardia, justicia, teta para todos, retorno.

Mentiras todas, guerra santa o anticristo, núcleo y transición, homenaje a un mañana mejor, al que poder aplaudir. La Gran Obra del Rizo, un escenario con los mismos personajes, una celebración macabra, una boda, un bautizo. Calma diferida para el que ya no puede dormir, para el que ya no encuentre sentido a la vida y que, en la mazmorra, no le quedan paredes en las que escribir El Conde de Montecristo, en las que correrte. Alguien que se hunde en el lodo que aseguran ser regazo y comprensión de malevaje que drene en esperanza, sigue esperando. Camorra y profilaxia. Las mentiras que nos han enseñado todo, lo que pudo ser, lo que tendremos que dejar entre renglones para ceder espacio al deshabitado aceptable que nos sostiene en una galaxia perdida, una de planetas vacíos que jura soledad y muerte, una sujeta por un hilo de calma esteta y de alma difunta.

Y con todo esto, antes, amigos de amor cangrejo, memoricemos el guion. La opereta no tiene última página. Vecinos, compradores, asiduos, parecidos, colindantes, inmediatos, amigos otra vez, compañeros…, ojo a la entonación…

Reverenciados, ¡os quiero! Os quiero lejos. Plaquetas venenosas luego fronteras, y rayas, bordes, barreras, márgenes, umbrales que, en conversaciones al instante planes, nada pueden ya hacer por lo que ya se ha perdido tratando de empatizar en el laberinto de espejos que refleja pollas y tetas.

Cuando cae el imperio de la inexperiencia, la simplicidad, todos nos volvemos monstruos y nos alimentamos de egoísmo, nos maquillamos con envidia y nos vestimos de interés, de ruindad, deshonestidad, impurezas, picaresca, fingimiento, impostura, envidia, y creemos que los demás son como nosotros, que son lo mismo, blancos como un oso antártico en un polo que se derrite. Después de todo esto, la envidia en desazón de pataleta, la rivalidad, y la desconfianza que ya se ha hecho con el timón es una parte del proceso que ya no puedes más que aceptar. Luego llegan los insultos.

Y podría inquirir, pero quién soy yo para hacer una pregunta. Cuándo, después de ser un niño, una y otra vez, cuándo consentimos. Y no lo hago por epatar. Poco tardamos en traicionar a quien nos da la mano, en besar la mano del destructor, en mostrar la espalda en el momento crucial y dejar claro que lo nuestro, en boca de jurisconsulto tartar de la a, a la zeta, procede.

Control, manipulación a libre antojo. Porque lo que no podemos controlar es una amenaza y el botón rojo lo llevamos en el ombligo. Boom.

Vamos campeón, vamos atleta, para las víctimas de isla desierta el bolso es la meta.

Te mato antes que tú a mí. Yo a ti, sí. Y callando, a lo chita. Sin hacer comprobaciones por que la defensa propia es certera y el mal, por tanto, está justificado. Ya luego cualquier tiempo pasado, que siempre fue mejor, pasado está. Y mientras tanto, en el deshojo de margarita, seguridad ante el hado, confirmando que, de veras, el destino nos alcanza ya. Pero tranquilos, amiguitos del alma, mañana la bolsa repunta.

A que sí, muñeco, monigote, marioneta, maniquí, moña, polichinela obediente, te voy a cantar una nana. Duerme, duerme para siempre.

No hay nada, la galaxia está vacía. Cariño, cuando me dices te quiero, se me ponen los pelos de punta.

 

OCOL

Diario de OCOL: Veinticinco de julio de 2016, 7:15. Yo me doy por aludido cuando apareces.

Diario de OCOL: Veinticinco de julio de 2016, 7:15. Yo me doy por aludido cuando apareces.

 

espera

dos pasos

herida plañidera

caricia

cuerpo hambriento

alma que vuela

flor de escombrera

(Raquel Ruiz)

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tanto frío atraviesa el quebradizo esperador de antes del amanecer del último rugido que encubre tu boca y que despoja a mi alma del disimulo de amante incapaz de romances atestados de candor de indiferencia premeditada que carga con una hoz temblando los sueños desahuciados en lenta evaporación y la decisión tomada

yo me doy por aludido cuando apareces con el corazón en la lengua

invoca a tu dios y dile que no quiero olvidarte o improvisa algo convincente

invoca a tu dios y pídele perdón por eso y por nada

en esta partida soy un convincente crupier fingiendo imparcialidad en el enjaulado en tus miradas perdidas con los dedos rotos en pleno retroceso tras los claroscuros en vertical

no te vengas arriba

mengua

y desconcertado al olvidar las reglas del juego en el momento en que la mano se pone interesante

para colmo una balada

 

con el reparto de abandono casi perfecto me pierdo entre todo lo que contigo he ganado y nos vemos en un tú y yo sumando cuatro o cinco o seis aunque los dos sepamos no que es verdad

una pira inmortal de carne y cenizas trepa entre las montaña que juran frontera con los fluidos de la punta de nuestro iceberg antes de que podamos atravesarnos y convertirnos en pista de patinaje en distancias irreconciliables donde mueren antídotos y germinan venenos

dan un río que hace de muro

suena

espera

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lo nuestro

lo nuestro en un teatro sin butacas abandonado en un centro comercial inerme en un azul apático de flequillo descuidado

lo nuestro no era demasiado

es

 

por tu trasluz lo sé

pero si no he aprendido ni a coger tus manos imantadas cuando la derrota ya parece urgente en la contracorriente de mis brazos en tu espalda y mi boca en tus ojos y tus ojos en mi boca

un

dos

tres

estatua

es una pregunta

maldita esclavitud que parece poco

no puede ser me dice nuestro anclaje

ves

es una pregunta joder

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no puede ser mi asfixia y tu carne en pupilas deshabitadas y sin embargo luz y culminación solitaria y del revés y el amanecer y nuestros besos y el café

del café no me olvides

hoy también te echo de menos

 

lava cuajada y truenos

marabunta

y al secar la lluvia que escribe tu nombre

calma

no me hagas caso

no te intimides tentando a la suerte de tren

a romperte de próxima parada

 

y como si esto hubiera sucedido antes del atardecer y tú me estuvieras esperando con el rubor de tus mejillas de volcán arrinconado en ese beso inerte en un castigo hundido y tocado

eres mío dice la nada

la impavidez de tu intención no es roca en este acantilado donde el vértigo encaja con la altura y donde tú y yo deberíamos de empezar a ser valientes o mendigos

dices

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yo me doy por aludido cuando apareces

espero que no te alarme si te lo digo a la cara

nadie lo hubiera dicho nadie habría adivinado que tú y yo nos amáramos de aquella manera

ni siquiera tú y yo

OCOL

Colabora Raquel Ruiz, infinitas gracias, amiga.

Dieciocho de julio de 2016, 3:50. Quien puso arrojo, dispuso pudores.

Dieciocho de julio de 2016, 3:50. Quien puso arrojo, dispuso pudores.

 

diana

 

me sumergí en su fluido como un elefante de ceniza

cazador sigiloso

casi anónimo

vencido de vida

ayer

hoy

mañana

 

 

 eras un cisne que aprendía a nadar y que al agitar las alas era baliza de fuego blanco

 

 

a quién quise engañar escondiéndome detrás de los contrastes de sombras de foso

dije

cuatro veces seguidas

 

te asalté delante de todos como si fuera un ladrón manco con la cara al descubierto que ardía en un infinito nublo e inmovilizado en delirios por la saliva de tu boca con un ansia de la que casi no me pude controlar a pesar del delito y el martirio de lo improbable en nuestro cortejo

todos dicen que dormías sobre la dulcera flotante

pero yo sé que ibas temblando

 

palabras mayores

crisálidas

hiperónimo

 

 

los dos sabemos que tú eras

yo estaba tan sólo en un hombre impreciso

en varios a la vez

impostores

galerna

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me mata la cobardía de aquellos cigarros de nudos y frases pálidas de mi reflejo en la piel de tu dorso

me mata la cobardía y el entusiasmo de la apariencia

te excuso de tu olor a incendio en la frecuencia en tu caverna y la autoridad ante mi efusión tumbándome sobre la partitura como si fuera el tabarro de Giacomo Puccini yaciendo mi nuez entre ruegos al filo de la espada por un ensueño de amor de contrabando

rodeados ya de ciencia

 

 

la resonancia de mi mano palpitaba como una gacela rendida en una trampa de astillas de arrebatos de poeta mirando hacia arriba

beodez en una jaula de espejismos y consecuencias de flechazo y eco de silencios cuando el tiempo enlazó el error y el aplomo insostenible de nuestro beso vagabundo

sé que el miedo nos ganó la partida

y perdiendo hay veces que se gana

congoja

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hoy

tonteé con la idea de anudarme a ti de oler tus labios de aferrarme a tus jadeos de saber tu cuerpo con las manos de asimilarte por dentro e incluso de consentir la derrota vigilando tu almohada desde afuera tirado en el mundo esperando a ver tu cara en cada orgasmo

es por mí por quién estabas suspirando

y por la luna llena

luego tu cuerpo en un laberinto de sábanas en tal mar estremecido de revelaciones de un espejo fugaz mirándote a las manos tras una señal

nada

paradoja

sarcasmo

 

 

desde el otro lado leías mis poemas sentándote en mi mano

y sé que no fueron visiones

basta de armarios

perdóname por romper vuestra cama

me encajé dentro de ti buscando libertad de mar adentro en mis viajes a ninguna parte y no comprendí la sonrisa que me encadenaba en cada despedida con la imagen congelada de mis ojos en ti

los borraba a todos y volvían a salir

 

quien puso arrojo dispuso pudores

calvario

invivir

 

no pude bajar la fiebre ni saciar mi hambre y aunque aquello no pudiera ser me maté pensando en nosotros fusionando amaneceres desnudos sin juramentos de piernas atadas y  dedos clavados en la arena

playas improbables de amargura

y tu cara en mi espacio exterior

firmamento innato

pavura

 

 lo intenté pero no pude volver a verte cuando las olas rompían en la piel de mi corazón faquir dibujando tu nombre con un alambre de espuma

                                                                                                                    sono come tu mi vuoi decían los gatos famélicos buscando tierra firme

 

bravura

ménage à trois

somos

sois

 

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raíz que pierde la memoria

recorrido

escanciando agua que calma

apaciguando a las deidades

encontrando en la abstracción la materia inservible en noches perdidas y hambrientas

y sed que habita en un pantano antiguo

y aroma de hojas muertas

(Raquel Ruiz)

nos acostumbramos en errante continuo de discretas que confirmaban locura como si el palidecer de mejillas fuera enfurecido una huida hacia delante de abrazos a través de la pared en aquel antes sin después moldeando una edición limitada

tonterías

parecía que todo sucediera en el suelo de la suerte que había llovido a merced de lo nuestro cuando un rayo me retuvo en aquel nada a cambio de nada

en aquel partir

un vagón sin próxima parada por devoramos en los reflejos de las distancias de futuro agotado deslizándose por la grieta de la nevada de mi resignación desapariciente en un puerto de montaña soberana alojado en el vacío

perdóname por romper vuestra cama

suyo

tuyo

mío

 

 

yo no era yo aunque lo pareciera pero tú sí eras tú aunque probablemente no lo fueras qué sé yo

debo negarlo

porque echar con cajas destempladas al amor es gris y es mármol en lechos de amnesia de una canción que llora por nosotros en el pedestal y no nos permite bailar apretados

no digas lo que pudo ser

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vuelvo

ha empezado a llover sobre nuestra cama de azúcar

desnúdate

matemos al sueño de amor

he de clavar el cuchillo en la tierra y hacerme cargo de tu cuerpo y del temblor de tus gemidos como si alguna vez yo te hubiera amado

y cuando acaba

empieza

espora

soy un loco luchando en abstracto y en aproximado por distinguir entre soñando contigo y contigo soñando

baja

 

                                                         más ahora

                 sí

                 no seas impaciente

 

olvidarte como al viento como si todo lo que yo ya pudiera hacer fuera entregarme sin antes perdonarte por tus manos escondidas y tu esquinazo contra voluntad en la fragilidad de tu aliento con los bailes de tus gestos

mi torpeza

coqueteando

y ahora que estoy entre tus manos pretender acabar con lo que nunca ha empezado no

no

no le pongo la mortaja a nuestro amor

 

mientras tanto

si te hace sentir mejor

sigue cavando

 

OCOL

Colabora: Raquel Ruiz, raíz que pierde la memoria… encontrando en la abstracción la materia inservible en noches perdidas y hambrientas… qué mejores palabras podría elegir: loco de amor por ver nuestro libro de poemas… cada día más uno somos en este universo inesperado… Muy agradecido.