Mes: diciembre 2016

FE DE RATA

FE DE RATA

Quisiera dar las gracias al enjambre ponzoña y marabunta que me ha enseñado a simplificar la vida, a ser yo mismo y no tener que recurrir a estar todo el día manipulando mis interiores y los segundos volátiles con correspondencias que esperan el regreso en forma de reconocimiento. Vivo en mí, despuntar no es tan importante sin en ello se basan los actos de pasión cejijunta.

Soy un amigo de los que no te enamoras. Soy poco detallista, y me aburro con la complacencia y la empatía. Me limito a ser, tal cual.

He tratado de mostrarme, y manifestar, lejos de la punta, sin embudos ni censura, como salía, de mí, de mis hilvanados y concretos, en la espontánea, sin pretensiones de boomerang y me he topado con la masa, con la esperanza de niebla y las promesas al borde de los labios, con los colmillos apretados, con la mandíbula esperando. Los golpes han ido escribiendo la partitura, sin el rencor que representa a la amistad más sincera que se hace de demostraciones y asistencia, sin darme cuenta, sin darnos cuenta de que un réquiem es un réquiem, y lo demás es audiencia en salones pomposos que en nada se parecen a una cuadra. Los budistas hablan de que la muerte es tan sólo el principio. Lo mismo que le pasa a este treinta y uno al que arrinconamos ahora que creemos que no tiene libertad de movimiento. Abracadabra que mata. Como buenos magos, estamos convencidos de que merecemos mucho más y que esto es un conmigo o contra mí que se extiende sobre las emociones que manifiesta el ego prohibiendo el paso a los que se muestran en un paisaje que representa lo que es, acercándose a la cerca con un saco de palabras. Tú no, vaya a ser que me hagas sentir peor. Posdata: Se aceptan halagos.  

Quisiera dar las gracias a la familia que ha demostrado que el vodevil y la distancia pueden ser protagonistas durante todo un año, y que lo que de verdad se siente es hastío, escribiendo capítulos sin ton ni sonetos que puedan salvarles ya del fuego que se traga la vida sin darnos cuenta, y pedir peras al olmo. Quisiera dar las gracias a los compañeros de trabajo que han supeditado la comisión a lo sensible, que han hecho dibujos sin tener en cuenta que el surrealismo no está contemplado en algo tan concreto como hacer ricos a los ricos, y el síndrome de Estocolmo, y el dinero. Inversión reversible. Quisiera dar las gracias a los amigos, más a los que aparecen de cables y enchufes, por castigarme en esta autopista de idas y vueltas, de zonas de frenado de emergencia, y de salidas a cualquier parte. Yo, que ya te digo que soy un amigo de los que no te enamoras, no puedo corresponder ante un espectáculo que me pone los pelos de punta, te juro que el huevo no es de oro, ni la verga es tan esbelta. Quisiera dar las gracias a los que siguen mirando para otro lado cuando les hablo de igualdad animal, fue instructivo, lógico, que mis conversaciones interiores, mi angustia y la repercusión, en forma de compromiso, supieran atar planteamientos; porque somos cómplices de asesinato, somos afiliados a los campos de terror, al crimen organizado, a la industria vendida, a la catequesis esencial, a la televisión, a los corruptos, a la belleza destacada en el ranking de intenciones, y del imperio del dinero, del dinero, del dinero, y de lo mono que se puede uno poner con él, saltando de rama en rama según nos interese, a la busca de la seda perdida. Quisiera dar las gracias al albor punzante del pensamiento de los últimos años ante las atrocidades que he cometido al comer carne y pescado, al llenar los mofletes de gallinas y ovejas, al reconocer mi implicación en la separación de bebés y madres preñadas una vez detrás de otra, a los cuernos del venado que yace en tu salón, a los circos (a tantos circos), al caracol pisoteado, al pájaro cantante que expira en alas de un maldito cazador, a las ratas que miré con desapego, cómo pude, al gato sucumbido al filo de la carretera sin sepelio que valga la pena tan grande, tan grande que eriza la piel, al perro desamparado y esquelético al que tuve miedo aquel día que me perdí en los callejones de la adolescencia de fado carente de educación y de valores, a los profesores con vocación de tiza, al arrepentimiento a lo que hice un día, a la caverna, a las lágrimas de los refugiados confirmado el horror, a los pasadizos que nos alejan de la luz que da claridad en el paridero de seres repetidos, con los puntos chakra pintarrajeados y las manos ásperas de tanta paja y tanto a mí me gusta si a ti te gusta…, de ese tipo de amor. Os doy las gracias por hacerme despertar y decir no, sin contemplaciones, sin fusta y con los ojos serenos. Gracias por despojarme de los abrigos polvorientos, y descartes, y a la no educación del no veremos. Gracias por llevarme con vosotros, en vuestro dolor que lo quiero mío para seguir ofreciendo la mano, por traerme a un punto de partida sin suspensivos ni a partes.

Gracias de verdad por moldearme, por darme la oportunidad que comprender y encontrarme, mi lugar está con los animales. Vuelo satisfecho a un nuevo inicio, con Fran, y con ellos. Salud y buena entrada de año, zagales.