Día: 12 de agosto de 2016

Diario de OCOL: Trece de agosto de 2016, 00.23. Final I

Diario de OCOL: Trece de agosto de 2016, 00.23. Final I

Me da cierto miedo estar despierto cuando en la televisión dan programas de madrugada. En las noches a rayas sentía un extraño temor al amanecer. Con la edad trasnochar se complica. La época en la que la ilusión se corre siempre sobre las pequeñas cosas, en los componentes y fulgores de liberación, en la música, dura un suspiro. Relamerse en apariencias del hombre y la imprudencia de una noche de ginebra, hielo y limón, y agua tónica sin que nada importe, es un lujo que dura poco. Noches de semen. De lo pasajero. Y si echo en falta algo es el valor y la inexperiencia en la multitud, donde el mal siempre está ahí, acechando.

nadando en escalas de grises

recalar

fondo

miedo en las manos

en los huesos

 me voy borrando

(Raquel Ruiz)

Para un desequilibrado como yo escribir ha sido la salvación, he ido siempre de afuera al fondo. Y en la superficie, cuanto más he llevado con la lengua a Saturno, más he saboreando los esplendores, la gravedad. El aire de deseo y sus cualidades trepadoras. Elevándome. Ni zapatos de madera, ni profundidad alguna que pueda comprarse. Espacio abierto. Luna tangible. Mi cabeza en tu estómago, apoyada. A ese lugar debería acceder por la puerta que nadie ve, por la escalera debajo del árbol, por un pensamiento que merezca existir.

He escrito mucho en estos años. Hasta los laureles son serrín para una vomitera cuando ya nada parece ser auténtico como el agua. Y lo hermoso, y realmente necesario nunca cansa. A mí me aburrieron todos. El rimar de la fama que se escurre entre los convenidos le da carisma a un suspiro. Escribir es otra cosa. A mí me aburrieron todos, por cobardes, por tan poco.

Creía que conocería desvirgadores de establecimiento e institución, rompientes de concreto y viceversas en las que poder dejarme caer. Influencia, bajo plectro. Que mis musas, mis hadas de tez blanca, de piel exquisita, urbanizarían el harén encendido de formas infinitas. Y que, adonis y serafines muertos de amor, en la cosecha imaginaria, se quedarían quietos, mirándome, sonriendo, esperando mis atenciones y observando mis gestos. Esperaba enriquecerme como un buscador de oro, conforme, encontrando en el río que nadie puede parar esas respuestas a mi yo más real, ése que navega en mis conversaciones interminables en comprensión, esparcimiento y quietud, sin trabas ni etiquetas, tratando simplemente de ser. Habría sido vivir de todas todas, arriba. Y no creas que busco respuestas a pregunta alguna, en realidad lo son a lo indescifrado, a lo hermético que se hace con el control sobre mí, a la pasión invisible. Y porque nunca he querido vivir por vivir.

Creí, también, ingenuamente, que los escritores leen continuamente.

Jugueteé con la idea de una nueva oleada beat, una vuelta a la correspondencia crítica y ardiente, a los enamoramientos estilísticos, a la influencia fatal. Sólo cuatro leen a los demás. Y follar por follar es la feliz imagen que nos rodea en la metrópoli de cartón piedra en el imperio digital. Ésta es la historia de un compositor que sólo interpretaba sus partituras, de un gran señor que es grande porque lo puede comprar todo. No hay mayor soledad que el timón de una aventura. Y el dinero no es nuestro Dios, lo es el fuego y la oscuridad, lo callado, los pasillos de lo imposible, el fondo negro, por delante y por detrás, el sabor a exaltación y la intensidad efervescente de un flechazo, la embriaguez y el hechizo, el gato negro, los besos venenosos, la posesión. Dios es eso que nos hace enloquecer, que nos demanda ser como somos y que estimula e intensifica, que volemos con la simple realidad y que caigamos rendidos ante una mirada.

Yo, tan solo, escribo historias…

OCOL

Colabora: Raquel Ruiz. Muchas gracias, compañera.